top of page
Untitled design.png

Doctrina Espírita o Espiritismo

Espiritismo Espiritismo

Es la nueva ciencia que viene a revelar a los hombres, mediante pruebas irrefutables, la existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus relaciones con el mundo corpóreo. Nos lo muestra, ya no como algo sobrenatural, sino, por el contrario, como una de las fuerzas vivas e incesantemente activas de la Naturaleza, como la fuente de una inmensidad de fenómenos que hasta hoy son malinterpretados y, por lo tanto, relegados al ámbito de lo fantástico y lo maravilloso. Es a estas relaciones a las que Cristo alude en muchas circunstancias, y de ahí que mucho de lo que dijo haya permanecido ininteligible o malinterpretado. El espiritismo es la clave con la que todo puede explicarse fácilmente.

(En "El Evangelio según el Espiritismo", Capítulo I - No vine a destruir la Ley, el Espiritismo, Allan Kardec, traducido por J. Herculano Pires) Historia del Espiritismo

Historia del Espiritismo


Alrededor de 1848, en Estados Unidos se llamó la atención sobre diversos fenómenos extraños consistentes en ruidos, golpes y movimientos de objetos sin causa conocida. Estos fenómenos ocurrían con frecuencia, de forma espontánea, con singular intensidad y persistencia; pero también se observó que ocurrían particularmente bajo la influencia de ciertas personas, conocidas como médiums, que podían, de cierta manera, provocarlos a voluntad, lo que permitía repetir los experimentos. Para este propósito, se utilizaban principalmente mesas; no porque este objeto fuera más favorable que otro, sino simplemente por su movilidad y comodidad, y porque resulta más fácil y natural sentarse alrededor de una mesa que alrededor de cualquier otro mueble. De esta manera, se obtenía la rotación de la mesa, seguida de movimientos en todas direcciones, saltos, inversiones, fluctuaciones, golpes violentos, etc. El fenómeno se denominó inicialmente mesas giratorias o baile de mesas.


Hasta entonces, el fenómeno podía explicarse perfectamente mediante una corriente eléctrica o magnética, o por la acción de un fluido desconocido, y esta fue, de hecho, la primera opinión formada. Pero no tardó en reconocerse efectos inteligentes en estos fenómenos; así, el movimiento obedecía a la voluntad; la mesa se movía a la derecha o a la izquierda, hacia una persona designada, se sostenía sobre una o dos patas al recibir una orden, golpeaba el suelo las veces que se le pedía, golpeaba con regularidad, etc. Entonces se hizo evidente que la causa no era puramente física, y del axioma: «Si todo efecto tiene una causa, todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente», se concluyó que la causa de este fenómeno debía ser una inteligencia.

¿Cuál era la naturaleza de esta inteligencia? Esa era la pregunta. La primera idea fue que podría ser un reflejo de la inteligencia del médium o de los asistentes, pero la experiencia pronto demostró su imposibilidad, pues se obtenían cosas que escapaban por completo al pensamiento y conocimiento de los presentes, e incluso contradecían sus ideas, voluntad y deseo; por lo tanto, solo podía pertenecer a un ser invisible.

La forma de confirmarlo era bastante sencilla: bastaba con iniciar una conversación con esta entidad, mediante un número convencional de golpes que significaban sí o no, o que designaban las letras del alfabeto; de esta manera, se obtenían respuestas a las diversas preguntas que se le dirigían. El fenómeno se denominaba mesas parlantes. Todos los seres que se comunicaban de esta manera, al ser interrogados sobre su naturaleza, declaraban ser Espíritus y pertenecer al mundo invisible. Dado que estos efectos se producían en numerosos lugares, por la intervención de diferentes personas, y eran observados por hombres muy serios e ilustrados, no era posible que fueran producto de una ilusión.

Desde América, este fenómeno se extendió a Francia y al resto de Europa donde, durante unos años, las mesas giratorias y parlantes hicieron furor y se convirtieron en el entretenimiento de los salones; luego, cuando la gente se cansó de ellas, las dejaron de lado para dedicarse a otras distracciones.


El fenómeno pronto se presentó bajo una nueva faceta, que lo llevó más allá del ámbito de la mera curiosidad. Los límites de este resumen no nos permiten seguirlo en todas sus fases; pasamos, sin transición, a lo más característico, a lo que capta especialmente la atención de las personas serias.

Decimos, en primer lugar, que la realidad del fenómeno ha encontrado muchos contradictores; algunos, sin tener en cuenta el desinterés y la honestidad de los experimentadores, no vieron más que un astuto engaño. Quienes no admiten nada fuera de la materia, quienes creen solo en el mundo visible, quienes creen que todo muere con el cuerpo, en una palabra, los materialistas; quienes se autodenominan espíritus fuertes, han descartado la existencia de espíritus invisibles como fábulas absurdas; han tildado de locos a quienes se tomaron el asunto en serio, y los han colmado de sarcasmo y burla. Otros, incapaces de negar los hechos, y bajo la influencia de ciertas ideas, han atribuido estos fenómenos a la influencia exclusiva del diablo y han buscado, con este medio, asustar a los tímidos. Pero hoy en día, el miedo al diablo ha perdido prestigio; se ha hablado tanto de él y se le ha retratado de tantas maneras, que la gente se ha familiarizado con esta idea y muchos han sentido la necesidad de aprovechar la oportunidad para ver quién es realmente. Resultó que, salvo un pequeño grupo de mujeres tímidas, el anuncio de la llegada del verdadero diablo tenía algo picante para quienes solo lo habían visto en películas o en el escenario; para muchos fue un poderoso estímulo, de modo que quienes pretendían alzar una barrera a las nuevas ideas por este medio actuaban en contra de sus propios fines y se convertían, sin darse cuenta, en agentes de propagación, tanto más eficaces cuanto más fuerte gritaban. Los demás críticos no tuvieron más éxito porque, con un razonamiento categórico, solo pudieron oponer negaciones a los hechos que habían establecido. Lean lo que publicaron y encontrarán por todas partes pruebas de su ignorancia y falta de observación seria de los hechos, y en ninguna parte una demostración perentoria de su imposibilidad. Todo su argumento puede resumirse así: «No creo, luego no existe; todos los que creen están locos y solo nosotros tenemos el privilegio de la razón y el sentido común». El número de adeptos que consigue la crítica seria o burlesca es incalculable, pues en todas ellas sólo se encuentran opiniones personales, carentes de pruebas en contra.

Continuemos nuestra exposición.


La comunicación mediante golpeteos era lenta e incompleta; se reconoció que al sujetar un lápiz a un objeto móvil —una cesta, una tabla u otra cosa— sobre el que se apoyaban los dedos, este objeto podía ponerse en movimiento y trazar caracteres. Más tarde se reconoció que estos objetos eran meros accesorios de los que se podía prescindir; la experiencia...

Demostró que el Espíritu, que actuaba sobre un cuerpo inerte, dirigiéndolo a voluntad, podía actuar del mismo modo sobre el brazo o la mano, para guiar el lápiz. Entonces existían los médiums escribientes, es decir, personas que escribían involuntariamente, bajo el impulso de los Espíritus, de quienes podían ser instrumentos e intérpretes. A partir de entonces, las comunicaciones ya no tenían límites, y el intercambio de pensamientos podía tener lugar con la misma rapidez y desarrollo que entre los vivos. Era un vasto campo abierto a la exploración, el descubrimiento de un nuevo mundo: el mundo de lo invisible, así como el microscopio había hecho posible el descubrimiento del mundo de lo infinitamente pequeño.


¿Quiénes son estos Espíritus? ¿Qué papel desempeñan en el universo? ¿Con qué propósito se comunican con los mortales? Estas fueron las primeras preguntas que debieron resolverse. Pronto se supo por ellos que no son seres ajenos a la creación, sino las almas mismas de quienes vivieron en la Tierra o en otros mundos; que estas almas, tras desprenderse de su envoltura corpórea, pueblan y viajan por el espacio. Ya no hubo lugar a dudas cuando se reconoció entre ellos a familiares y amigos con quienes fue posible conversar; cuando vinieron a dar prueba de su existencia, a demostrar que para ellos la muerte era solo la del cuerpo, que su alma o Espíritu sigue vivo, que están ahí con nosotros, viéndonos y observándonos como cuando vivían, rodeando con solicitud a quienes amaban, y cuyo recuerdo es para ellos una dulce satisfacción.

Continuemos nuestra exposición.


La comunicación mediante golpeteos era lenta e incompleta; se reconoció que al sujetar un lápiz a un objeto móvil —una cesta, una tabla u otra cosa— sobre el que se apoyaban los dedos, este objeto podía ponerse en movimiento y trazar caracteres. Más tarde se reconoció que estos objetos eran meros accesorios de los que se podía prescindir; la experiencia...

Generalmente tenemos una idea completamente errónea de los espíritus; no son, como muchos imaginan, seres abstractos, vagos e indefinidos, ni algo así como un destello o una chispa; son, por el contrario, seres muy reales, con su individualidad y una forma determinada. Podemos hacernos una idea aproximada de la siguiente explicación: Hay tres cosas esenciales en el hombre:

1º - el Alma o Espíritu, principio inteligente en el que residen el pensamiento, la voluntad y el sentido moral;


2º - el cuerpo, envoltura material, pesada y tosca, que pone al Espíritu en relación con el mundo exterior;


3.º - El periespíritu, una envoltura fluídica y ligera que sirve de enlace e intermediario entre el Espíritu y el cuerpo. Cuando la envoltura exterior se desgasta y deja de funcionar, se desmorona y el Espíritu la desecha como una fruta se despoja de su corteza, un árbol se despoja de su corteza; en resumen, como deshacerse de una prenda vieja que ya no le queda; esto es lo que llamamos muerte.


La muerte, por lo tanto, no es más que la destrucción de la densa envoltura del Espíritu: solo muere el cuerpo, el Espíritu no. Durante la vida, el Espíritu se ve en cierta medida comprimido por los lazos de la materia a la que está unido, lo cual a menudo paraliza sus facultades; la muerte del cuerpo lo libera de sus ataduras; se libera y recupera su libertad, como una mariposa que emerge de su crisálida. Pero solo abandona el cuerpo material; conserva el periespíritu, que constituye para él una especie de cuerpo etéreo, vaporoso, imponderable para nosotros y con forma humana, que parece ser la forma típica. En su estado normal, el periespíritu es invisible, pero el Espíritu puede provocar ciertas modificaciones que lo hacen visible momentáneamente.

Accesibles a la vista e incluso al contacto, como ocurre con el vapor condensado; así es como a veces pueden manifestarse ante nosotros en apariciones. Con la ayuda del periespíritu, el Espíritu actúa sobre la materia inerte y produce los diversos fenómenos de ruido, movimiento, escritura, etc.


Los golpes y los movimientos son, para los Espíritus, una forma de atestiguar su presencia y atraer la atención, como cuando alguien toca para avisar de su presencia. Hay quienes no se limitan a ruidos moderados, sino que incluso hacen ruidos como platos que se rompen, puertas que se abren y cierran, o muebles que se caen.


Mediante la combinación de ritmos y movimientos, podían expresar sus pensamientos, pero la escritura les ofrece el medio más completo, rápido y cómodo; es lo que prefieren. Por la misma razón que pueden formar caracteres, pueden guiar su mano para dibujar, escribir música, tocar una pieza en un instrumento; en resumen, en ausencia de su propio cuerpo, que ya no poseen, utilizan el del médium para manifestarse a los hombres de forma sensible.

Los espíritus también pueden manifestarse de diversas maneras, incluyendo la vista y el oído. Algunas personas, conocidas como médiums auditivos, tienen la capacidad de oírlos y, por lo tanto, pueden conversar con ellos; otros los ven; estos son médiums clarividentes. Los espíritus que se manifiestan a la vista generalmente aparecen en una forma similar a la que tenían en vida, pero vaporosa; en otras ocasiones, esta forma tiene toda la apariencia de un ser vivo, hasta el punto de ser completamente engañosa, tanto que a veces se les ha tomado por criaturas de carne y hueso, con las que se ha podido conversar y estrechar la mano, sin sospechar que eran espíritus, salvo por su repentina desaparición.


La visión permanente y general de los Espíritus es bastante rara, pero las apariciones individuales son bastante frecuentes, especialmente en el momento de la muerte; el Espíritu liberado parece tener prisa por volver a ver a sus parientes y amigos, como para hacerles saber que acaba de dejar la tierra y decirles que continúa vivo.


Que cada uno recopile sus recuerdos, y veremos cuántos hechos auténticos de este tipo, de los que ignorábamos, ocurrieron no solo de noche, durante el sueño, sino a plena luz del día y en el más completo estado de vigilia. En el pasado, considerábamos estos hechos sobrenaturales y maravillosos, y los atribuíamos a la magia y la brujería; hoy, los incrédulos los atribuyen a la imaginación; pero desde que la ciencia del Espiritismo nos dio la clave, sabemos cómo ocurren y que no van más allá del orden de los fenómenos naturales.

Acreditava-se ainda que os Espíritos, só pelo fato de serem Espíritos, devem ter a soberana ciência e a soberana sabedoria: é um erro que a experiência não tardou a demonstrar. Entre as comunicações feitas pelos Espíritos, algumas são sublimes de profundidade, eloqüência, sabedoria, moral, e só respiram bondade e benevolência; mas, ao lado dessas, há aquelas muito vulgares, fúteis, triviais, grosseiras até, pelas quais o Espírito revela os mais perversos instintos. Fica então evidente que elas não podem emanar da mesma fonte e que, se há bons Espíritos, há, também, maus. Os Espíritos, não sendo mais que as almas dos homens, naturalmente não podem tornar-se perfeitos ao abandonar seu corpo; até que tenham progredido, conservam as imperfeições da vida corpórea; é por isso que os vemos em todos os graus de bondade e maldade, de saber e ignorância. 


Os Espíritos geralmente se comunicam com prazer, constituindo para eles uma satisfação ver que não foram esquecidos; descrevem de boa vontade suas impressões ao deixar a terra, sua nova situação, a natureza de suas alegrias e sofrimentos no mundo em que se encontram. Uns são muito felizes, outros infelizes, alguns até sofrem horríveis tormentos, segundo a maneira como viveram e o emprego bom ou mau, útil ou inútil que fizeram da vida. Observando-os em todas as fases de sua nova existência, de acordo com a posição que ocuparam na terra, seu tipo de morte, seu caráter e seus hábitos como homens, chegamos a um conhecimento senão completo, pelo menos bastante preciso do mundo invisível, para termos a explicação do nosso estado futuro e pressentir o destino feliz ou infeliz que lá nos espera.


As instruções dadas pelos Espíritos de categoria elevada sobre todos os assuntos que interessam à humanidade, as respostas que eles deram às questões que lhes foram propostas, foram recolhidas e coordenadas com cuidado, constituindo toda uma ciência, toda uma doutrina moral e filosófica, sob o nome de Espiritismo. O Espiritismo é, pois, a doutrina fundada sobre existência, as manifestações e o ensinamento dos Espíritos. Esta doutrina acha-se exposta de modo completo em O Livro dos Espíritos, pela parte filosófica; em O Livro dos Médiuns, pela parte prática e experimental; e em O Evangelho segundo o Espiritismo, pela parte moral. Podemos avaliar, pela análise que faremos abaixo dessas obras, a variedade, a extensão e a importância das matérias que ela engloba. 


Como vimos, o Espiritismo teve seu ponto de partida no fenômeno vulgar das mesas girantes; mas como esses fatos falam mais aos olhos que à inteligência, despertam mais curiosidade que sentimento; satisfeita a curiosidade, fica-se tão menos interessado quanto maior é falta de compreensão. A situação mudou quando a teoria veio explicar a causa; sobretudo quando se viu que dessas mesas girantes com as quais as pessoas se divertiram algum tempo, saía toda uma doutrina moral que fala à alma, dissipando as angústias da dúvida, satisfazendo a todas as aspirações deixadas no vácuo por um ensinamento incompleto sobre o futuro da humanidade; as pessoas sérias acolheram a nova doutrina como um benefício e, a partir de então, longe de declinar, ela cresceu com incrível rapidez. No espaço de alguns anos conseguiu adesões em todos os países do mundo, sobretudo entre as pessoas esclarecidas, inúmeros partidários que aumentam todos os dias em uma proporção extraordinária, de tal forma que hoje pode-se dizer que o Espiritismo conquistou direito de cidade. Está assentado sobre bases que desafiam os esforços de seus adversários mais ou menos interessados em combatê-lo e a prova é que os ataques e críticas não retardaram sua marcha um só instante - este é um fato obtido pela experiência, cujo motivo os oponentes nunca puderam explicar; os espíritas dizem simplesmente que, se ele se propaga apesar da crítica, é que o acham bom e que se prefere seu modo de raciocinar ao de seus contraditores. 


O Espiritismo, entretanto, não é uma descoberta moderna; os fatos e princípios sobre os quais ele repousa perdem-se na noite dos tempos, pois encontramos seus vestígios nas crenças de todos os povos, em todas as religiões, na maior parte dos escritores sagrados e profanos; só que os fatos, não completamente observados, foram muitas vezes interpretados segundo as idéias supersticiosas da ignorância, e não foram deduzidas todas as suas conseqüências. 


Com efeito, o Espiritismo está fundado sobre a existência dos Espíritos, mas os Espíritos não sendo mais que as almas dos homens, desde que há homens, há Espíritos; o Espiritismo nem os descobriu, nem os inventou. Se as almas ou Espíritos podem manifestar-se aos vivos, é que isso é natural e, portanto, eles devem tê-lo feito em todos os tempos; assim, em qualquer época e qualquer lugar encontramos a prova dessas manifestações abundantes, sobretudo nos relatos bíblicos. 


O que é moderno é a explicação lógica dos fatos, o conhecimento mais completo da natureza dos Espíritos, de seu papel e seu modo de ação, a revelação de nosso estado futuro, enfim, sua constituição em corpo de ciência e de doutrina e suas diversas aplicações. Os Antigos conheciam o princípio, os Modernos conhecem os detalhes. Na Antigüidade, o estudo desses fenômenos constituía o privilégio de certas castas que só os revelavam aos iniciados em seus mistérios; na Idade Média, os que se ocupavam ostensivamente com isso eram tidos como feiticeiros e, por isso, queimados; mas hoje não há mistérios para ninguém, não se queima mais ninguém; tudo se passa claramente e todo mundo pode esclarecer-se e praticá-lo, pois há médiuns em toda parte. 


A própria doutrina que os espíritos ensinam hoje não tem nada de novo; é encontrada em fragmentos na maior parte dos filósofos da Índia, do Egito e da Grécia, e inteira no ensinamento de Cristo. Então o que vem fazer o Espiritismo? Vem confirmar novos testemunhos, demonstrar, por fatos, verdades desconhecidas ou mal compreendidas, restabelecer em seu verdadeiro sentido as que foram mal interpretadas.


O Espiritismo não ensina nada de novo, é verdade; mas não é nada provar de modo patente, irrecusável, a existência da alma, sua sobrevivência ao corpo, sua individualidade depois da morte, sua imortalidade, as penas e recompensas futuras?


Quanta gente crê nessas coisas, mas crê com um vago pensamento oculto de incerteza, e diz em seu foro íntimo: "E se não fosse assim!" Quantos não foram levados à incredulidade porque lhes apresentaram o futuro sob um aspecto que sua razão não podia admitir! Então, não é nada para o crente vacilante, poder dizer: "Agora tenho certeza!", para o cego, rever a luz? Pelos fatos e por sua lógica, o Espiritismo vem dissipar a ansiedade da dúvida e trazer de volta à fé àquele que dela se afastou; revelando-nos a existência do mundo invisível que nos rodeia, no meio do qual vivemos sem suspeitar, ele nos dá a conhecer, pelo exemplo dos que viveram, as condições de nossa felicidade ou infelicidade futura; ele nos explica a causa de nossos sofrimentos aqui na terra e o meio de amenizá-los. Sua propagação terá por efeito inevitável a destruição das doutrinas materialistas, que não podem resistir à evidência. O homem, convencido da grandeza e da importância de sua existência futura, que é eterna, compara-a com a incerteza da vida terrestre, que é tão curta, e eleva-se, pelo pensamento, acima das mesquinhas considerações humanas; conhecendo a causa e o propósito de suas misérias, ele as suporta com paciência e resignação, porque sabe que elas são um meio de chegar a um estado melhor. O exemplo daqueles que vêm do além-túmulo descrever suas alegrias e dores, provando a realidade da vida futura, prova ao mesmo tempo que a justiça de Deus não deixa nenhum vício sem punição e nenhuma virtude sem recompensa. Acrescentemos, finalmente, que as comunicações com os seres queridos que perdemos acarretam uma doce consolação, provando não só que eles existem, mas que estamos menos separados deles que se estivessem vivos num país estrangeiro. 


Em resumo, o Espiritismo suaviza a amargura das tristezas da vida; acalma os desesperos e as agitações da alma, dissipa as incertezas ou os terrores do futuro, elimina o pensamento de abreviar a vida pelo suicídio; da mesma forma torna felizes os que aderem a ele, e está aí o grande segredo de sua rápida propagação. 


Do ponto de vista religioso, o Espiritismo tem por base as verdades fundamentais de todas as religiões: Deus, a alma, a imortalidade, as penas e as recompensas futuras; mas ele é independente de qualquer culto particular. Seu objetivo é provar aos que negam ou duvidam que a alma existe, que ela sobrevive ao corpo, que ela sofre depois da morte as conseqüências do bem e do mal que fez durante a vida corpórea; ora, isto é de todas as religiões. Como crença nos Espíritos, é igualmente de todas as religiões, assim como é de todos os povos, visto que, onde há homens há almas ou Espíritos; que as manifestações são de todos os tempos, cujos relatos se encontram em todas as religiões, sem exceção. Pode-se, pois, ser católico grego ou romano, protestante, judeu ou muçulmano, e crer nas manifestações dos Espíritos e, por conseguinte ser espírita; a prova está em que o Espiritismo tem aderentes em todas as seitas. Como moral, ele é essencialmente cristão, pois a que ensina não é senão o desenvolvimento e a aplicação da do Cristo, a mais pura de todas, e cuja superioridade não é contestada por ninguém, prova evidente de que ela é a lei de Deus; ora, a moral é para uso de toda gente. 


O Espiritismo, sendo independente de toda forma de culto, não prescreve nenhum, e, por não se ocupar com dogmas particulares, não é uma religião especial, pois ele não tem nem seus padres nem seus templos. Aos que lhe perguntam se fazem bem em seguir tal ou tal prática, ele responde: Se credes que vossa consciência o solicita a fazê-lo, fazei-o: Deus leva sempre em conta a intenção. Em uma palavra, ele não se impõe a ninguém; ele não se dirige aos que tem fé, e aos quais essa fé basta, mas à numerosa categoria dos incertos e dos incrédulos; ele não os tira da Igreja, pois eles já estão dela separados moralmente, em tudo ou em parte; ele os leva a percorrer os três quartos do caminho para a ela voltar; cabe a ela fazer o resto. 


O Espiritismo combate, é verdade, certas crenças, tais como a eternidade das penas, o fogo material do inferno, a personalidade do diabo, etc.; mas não é certo que essas crenças, impostas como absolutas, hão feito incrédulos em todos os tempos e os fazem ainda todos os dias? Se o Espiritismo, dando destes e de outros dogmas uma interpretação racional, reconduzindo à fé aqueles que dela desertam, não presta ele serviço à religião? A esse propósito, um venerável eclesiástico disse: “O Espiritismo faz crer em alguma coisa; ora, é melhor crer em alguma coisa do que em nada crer.” 


Não sendo os Espíritos senão as almas, não se pode negar o Espírito sem negar a alma. Admitindo-se as almas ou Espíritos, a questão reduzida à sua mais simples expressão, é essa: As almas dos que morreram podem se comunicar com os vivos? O Espiritismo prova a afirmativa por fatos materiais; que prova pode-se dar de que isso não é possível? Se é, todas as negações do mundo não impedirão que seja, pois não é nem um sistema, nem uma teoria, mas uma lei da natureza; ora, contra as leis da natureza a vontade do homem é impotente; é preciso, bom grado, mal grado, lhe aceitar as consequências, e a elas conformar suas crenças e seus hábitos. 

Diseño sin nombre.png

Dirección: 2929 Vineland Rd, Kissimmee, FL 34746

Contactos:

Correo electrónico: info@plenitudess.org

Geraldo - (305) 542-9448

Weber - (619) 750-3049

  • Instagram
  • Facebook
  • YouTube

© Copyright 2022- Sociedad Espírita Plenitud - Todos los derechos reservados

bottom of page